En la literatura clásica del imperio de Samoria es recurrente encontrarse
con menciones detalladas- escritas en verso- sobre la causa de la existencia de
las estrellas.
Todos los investigadores de las culturas antiguas saben que los dioses,
antes de la concepción cristiana, eran seres que actuaban más bien incompetentemente.
Dioses incapaces de realizar a la perfección sus labores divinas parece ser una
explicación harto razonable para entender este caos que algunos gustan de
llamar universo. No hay que agotar argumentos incoherentes para defender
tragedias originadas por un “Dios Justo” y tampoco hay que imaginar a un Dios
diabólico que goza con las tristezas de sus hijos. Para la religión samoriana Dios
era un ser con buenas intenciones, pero totalmente falible.
Cuentan los versos del poeta Kjerd que el enamoramiento es un error
matemático-divino. Según parece lo que el creador absoluto quería alcanzar era
un enamoramiento perpetuo y total, que abarque todas las dimensiones de
cantidad, tiempo y espacio. Dicho de otra manera, si todo hubiese salido como
se esperaba, cualquier ser humano estaría enamorado de todos los demás. Así se
viviría en un mundo donde cada uno de nosotros tendría la mirada de Dios, donde
no se pudiera lastimar a nadie, donde se daría todo y se recibiría todo.
Algo falló, como siempre. La creación mejor de dios (el amor) solo
puede sentirse hacia una sola persona a la vez. Esto dificulta muchísimo la
vida del enamorado. En este estado pueden desaparecer cualquier persona de
nuestro alrededor y no lo notaríamos, y también podemos correr la desventura,
como es habitual, de amar a alguien que no nos ama.
Dios, al notar esto, agobiado de vergüenza, supo que amar a alguien y
recibir a cambio de eso desdicha podía ser solo un error de él y que cualquier
ser humano lo notaría.
Viendo esto la divinidad decidió ocultar las razones. Decidió que las
mujeres u hombres incapaces de amar a una persona que los ama no mencionan las
razones de su rechazo. Así podemos escuchar cuando nos dejan frases como “No
soy vos, soy yo”, “Quiero estar un tiempo solo/a”, “Yo no entiendo nada de esto”,
y otras tantas más.
El lugar elegido para ocultar las razones no fue un lugar inalcanzable
a las percepciones. Es más, es un lugar a la vista de todos, de cada hombre o
mujer de este planeta: El cielo.
Cada estrella que uno ve en el firmamento oscuro de la noche es una
razón que no se le brindó a un enamorado abandonado. Cada estrella es la razón
por la que alguien no está con nosotros.
Yo creo que así está bien. Yo creo que es mejor no saber algunas
cosas. Los samorianos sabían esto, por
eso cuando alguien los abandonaba o rechazaba miraban las estrellas, buscando allí,
en el cielo, un consuelo para la desdicha.