El tiempo transforma todo. Infecta,
desinfecta, agrega, desagrega, construye, desconstruye, rompe, arma, enferma,
cura, acerca, aleja. Tantas cosas nos han sido dadas o quitadas gracias al
tiempo. No somos más que un río, dijo Heráclito. ¿Cómo es posible que en este
río que es el tiempo yo no sea a la vez otro río? ¿Cómo es posible que yo no
sea ese río, el que significa ser circunstancia, deseo, alteración, cambio? No somos un nombre, somos un instante, una acción y una reacción. La memoria es solo un mito que nos permite construir una identidad. Pero yo no soy el de ayer, repito vanamente en la madrugada de un día que es a la vez
un día que nunca fue y que nunca más será. Como yo, que ahora soy el que nunca
fue y el que nunca más será. ¡Oh, si tan solo pudiésemos permanecer como
estábamos! ¡Si tan solo el amor pudiera vencer al tiempo y demostrarnos que
nada que realmente importe cambia, que el tiempo solo cambia las máscaras, pero
aquella sustancia, esa que sólo nosotros conocemos, permanece intacta! Que
venza el amor a las irrefutables alteraciones que el tiempo hace en nosotros y
el mundo, solo así seremos eternos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario