sábado, 29 de octubre de 2011

Al azar

"Todo el mundo corría hoy. Nunca entendí porque las personas (“¿las personas?”, hablo como si yo no fuera una persona) al sentir la lluvia en sus cabezas o al ver las gotas en la calle se desesperan y comienzan a buscar refugio. Yo no hago eso, no. Cuando comienzo a ver las nubes de la tormenta se me llena el corazón de esperanza. De esa esperanza de quien espera la lluvia, y de quien sabe que está a punto de caer y que la va a sentir en todo su cuerpo. Y entonces sucede lo esperado y la lluvia cae. Y es hermoso porque es inevitable, porque la lluvia cae, y los que la odian y corren no la pueden detener, y los que la aman y la disfrutan, como yo, tampoco la podemos detener. Comienza y se detiene cuando se le da la gana. Como el amor, o como la vida. ¡Qué hermosas las cosas inevitables! Las que no decidimos y no queda nada más que asimilarlas y aceptarlas. Con buena o mala cara, eso sí depende de uno. A veces lo único importante es la cara que ponemos ante lo que nos sucede y no tanto lo que nos sucede en sí. Hasta hay cosas que nos suceden solo para ver cuál es nuestra cara. Con “cara” me estoy refiriendo no al sentido literal, sino a las actitudes y reacciones que tenemos en contraposición a lo que nos acontece. Es como una prueba. No voy a hablar de nada religioso, o metafísico, o que se yo. Es la vida misma eso. Acción-reacción. Acción (casualidad, azar, alguien calculando los números hasta los más mínimos ceros y unos) y reacción (nosotros, solos, eligiendo, soportando, disfrutando, sufriendo, destruyendo, construyendo) eso es la vida." 

miércoles, 26 de octubre de 2011

La verdadera Jeanie.

Existen días tan hermosos que, de tan hermosos, nos  obligan a tomar caminos largos a casa. Entonces caemos en ese juego laberíntico de cruzar plazas, bordear ríos, dibujar con nuestros pasos líneas zigzagueantes, de perdernos en la ciudad, de convertirnos en ella, en ser la sangre que recorre las venas-calles de la ciudad, en bombear a la ciudad y jugar a que somos la única parte móvil de todo un universo inanimado de cemento. Y cuando llegamos al verde césped y vemos como los árboles crecen y nos saludan, y tocan el azul-cielo y sentimos la brisa de primavera, recién ahí una se da cuenta de que es humana.
Hoy fue uno de esos días. Mientras caminaba me sentía perseguida, y tarde un tiempo en notar que la sombra que me perseguía no pertenecía a otro que a Mariano.
Es tan hermoso Mariano. Lo vi caminar detrás de mí con unos libros en la mano y lo llamé para que me alcanzara y el dijo que no con la cabeza, en ese momento pensé que era un chiste, pero luego tuve que frenar y esperarlo porque no se dignaba a levantar un ligero trote para alcanzarme mientras yo estaba en movimiento. Me saludó con un beso en la mejilla y en ese momento me pregunte porque lo hacía, fue estúpido pensar eso, era obvio porque me saludaba así. Ay, Mariano siempre camina tan rápido y tan callado! Como si tuviera algún lugar a donde ir, y yo sé que es de esos hombres que salen a la calle buscando algún hecho excepcional que los encuentre, y Mariano los encuentra! Siempre es así. Muchas veces lo detienen pequeños y le hacen preguntas y el responde con dulzura, y les sigue su juego, y si ellos tienen una pequeña rama (o espada) el agarra un palito y comienza a jugar con ellos por un momento hasta que nota que estoy caminando con él y siente vergüenza y me mira y se sonroja y tira el palito y se despide de sus guerreros.
Recuerdo un día que cruzamos por un puente y él me dijo que “bajo este mismo puente” había visto al diablo allí y que la maldad si existe. Soy tan tonta que no entendí lo que dijo hasta que otro día pase a medianoche por allí, y yo también lo vi, entonces me puse a llorar.
Es tan hermoso Mariano. Pero hoy estuvo más taciturno que nunca. Espero que no se sienta mal por lo que nos sucedió. Bueno, no estoy enamorada de él. Espero que no me odie por eso. No existe el amor instantáneo o el amor deseable (yo deseo amar a…) casi siempre me enamoro de hombres que no me interesarían en ningún otro ámbito que no sea en el del amor. Hoy casi ni me hablo y yo ahora estoy triste. No deseo perderlo. No de esta manera. Basta solo con ver sus ojos para notar lo que siente por mí y para que yo me desgarre en deseos de querer amarlo y querer decirle a todo mi ser que al que deben amar es a él, que es maravilloso, que es mi Mariano. Pero no puedo, no funciona así. Y recuerdo el poema que me escribió hace unos años:

“Las mujeres me parecen mí
Excepcionalmente indescifrables
Como signos que perdí
En un libro de extraños rituales,
¿Cómo es posible que
 Para poseer a una mujer
No baste con que la ames?
¡Pero qué dolor que tampoco
Baste con que ella te ame!”

Tiene razón, nunca entendió a las mujeres. Igual no hay que entendernos, hay que aceptarnos. Y ahora el no me va a querer más. No va a ser mi amigo nunca más. Solamente el tiempo le quitara su locura por mí y encontrara los brazos y la cálida respiración de otra mujer y se entregará por completo a ella olvidando así que yo alguna vez he existido. No quiero que suceda eso. Nunca conocí a alguien como él, es irremplazable. Pero aún así el no sabe que yo siento eso, y estaba tan callado hoy, y la brisa estaba tan linda, y él con sus ojos como buscando alguna excusa para irse de mi lado, para no caminar mas conmigo, como si yo fuese como dijo alguna vez él: “Un sol que con solo mirar por mucho tiempo o acercarse demasiado lastimaría a cualquier persona”. Que exagerado! Yo se que ahora quería escaparse por otra cosa, para que no viera lágrimas en sus ojos seguramente. Mejor, no podría haberlo soportado, que esas lágrimas sean MIS lágrimas es horrible. No las merezco. Espero que algún día esas lagrimas sean un lindo poema, Marianito. 

domingo, 23 de octubre de 2011

Bastet

Antes que nada, debo comentarte que esta será la última carta que podré escribirte. Estoy muy seguro de que mi cartero lee tus cartas. Hace una semana cuando se acercaba a mi casa, y pisaba por mi césped tan verde, lo pude confirmar. Me posicioné frente a la ventana que mira hacía la calle, mateaba para disimular, y me quede esperando que apareciera. Finalmente apareció y en el momento en que fue a depositar tu carta yo abrí la puerta y, como quien sale a trabajar, camine hasta el buzón. Lo saludé y en ese momento confirme mis sospechas. En sus ojos vi tus letras, tus palabras. Vi cada línea escrita por ti. Me asusté y seguí caminando. Entonces decidí, para no verme obligado a asesinar a mi cartero (que sería terrible porque ya nadie mata a un cartero), pedirte que no me escribas más. Al menos hasta que a ese fisgón lo despidan. No creo que falte mucho tiempo.
Me gustaría que me cuentes más de las montañas. Las describís tan hermosas que aquí en esta maldita llanura se me hace imposible imaginármelas. Espero que estés bien. Hace ya 17 meses que mi ciudad no te tiene, que yo no te tengo. Me di cuenta que todos los bares, los restaurantes, y los cines son tediosos sin ti. Desde que no estás el cielo me parece tan pequeño. Ayer estaba rosado, el rosado se confundía con mis paredes, esas que pintamos en verano. ¡Que linda te veías pintada de rosa! Igual de inmensa que el cielo de ayer.
Aquí está todo tan normal. Parece que el tiempo no pasa, que no corre como antes. A veces creo que estoy muerto. Ayer un gato me encontró, y lo traje para mi casa. Estaba en un estado terrible. Es negro. Está medio viejo. Cuando me mira me recuerda a vos. Maúlla demasiado, considerando que se encuentra en un estado de salud terrible. Pero camina y me hace acordar a vos. No come demasiado, y no juega, pero me recuerda a vos. Y eso me alegra.
Busqué en mi biblioteca y encontré tu libro de sobre cultura egipcia. Aunque nunca me gusto lo comencé a leer, de todas maneras tenía la sensación de estar releyéndolo, seguramente porque siempre me comentabas esas cosas. Descubrí en tu libro que Bastet (o Bast para los amigos) es una diosa en forma de gato cuya misión es proteger el hogar. Causalmente descubrí que mi gato no es un gato, sino una gata. Y a veces creo que vos sabías todo eso y que mi gata no es más que una enviada tuya para protegerme. Lo veo en sus ojos, esta gata vieja e insoportable me protege.
Desde que lo descubrí, naturalmente, la trato con más cariño. Le doy de comer muchas veces. Por momentos la pierdo y no la veo más, y siento el mismo sentimiento de abandono que sentí cuando te fuiste. Pero luego la escucho ronronear y se sube a mi sillón y me alegro de que este allí.
Cuando regreso de trabajar le hablo de mi jefe, como lo hacía con vos. A veces estoy muy seguro de que entiende mis quejas.  
Mientras te estoy escribiendo se sube a las sillas y a mis muebles y me mira. Todavía me mira, y ya ha engordado, y se siente feliz, como yo. Nos acompañamos, somos muy parecidos.
Esta es la última carta que te voy a escribir, ella no quiere que lo haga más, me dijo que mi cartero leía tus cartas. Yo lo sé porque lo vi en sus ojos pero si no fuese por la gata jamás lo hubiese notado. También me dice que vos no existís y que ella no es un animal. No lo sé, no lo puedo saber. Por momentos creo que yo también soy un gato. Me he escuchado ronronear y me he sorprendido cazando palomas.
¿ Quién sabe si todos los gatos no somos más que humanos que se cansaron de esperar y de ser humanos?

miércoles, 19 de octubre de 2011

Mariano y Julia.

Mariano siempre pensó que la perfección y el azar tienen la misma cara. Eso si es que el azar existe. A veces no se puede estar tan seguro de eso.
Cuando llegó al bar en el que solía presentarse habitualmente encontró que, entre las caras de siempre, había una cara nueva. Nueva en ese lugar, no nueva para Mariano. No le fue difícil reconocer el rostro pero le fue casi imposible, por unos segundos, relacionar ese rostro con su vida pasada. Claro que su vida pasada era la vida antes de conocer Jeanie.
Finalmente pudo sentir la incomodidad que uno siente cuando se encuentra con alguien importante de su pasado. Esa incomodidad que parece un viaje en el tiempo. Pero que no lo es.
El rostro pertenecía a Julia, su ex novia. Hacía muchos años que no la veía. Ella estaba igual de hermosa que siempre, como la recordaba, fina y soberbia. No la culpaba, esas mujeres nacían para ser soberbias. Era una mujer que lo había dejado. Hay mujeres que te dejan, que no pueden ser dejadas, Julia era una de ellas. Mariano era un hombre para ser dejado, ya que solía moverse en círculos donde no pertenecía, encontrarse y entablar relaciones con mujeres que después de algún tiempo, notaban que él no valía nada. Al menos no para ellas. La complejidad (o la estupidez) de él, asustaba a las mujeres más finas y más deseadas. Se aterrorizaban cuando lo veían escribir obsesivamente a altas horas de la madrugada, o hablar con gran pasión de mitología griega o de política, o sentarse en la calle para fumar y mirar el cielo, y quedarse allí mucho tiempo, pensativo, serio, preocupado, triste. Ellas acostumbraban a otra cosa: a la discriminación. Mariano no discriminaba, y ellas se enfurecían por eso.
Sin embargo, sintió la necesidad de saludarla. El estaba triste y que ella al menos se acuerde de su nombre sería un consuelo. Significaría que no todo estaba perdido, que el olvido no atrapa a todas las personas, que uno puede vivir eternamente en la mente de alguien que no amo. Camino, con torpeza, se choco una silla y tiro una botella de cerveza al suelo, Julia no lo vio, por suerte, porque se fijaba mucho en los movimientos de las personas. Mariano tomo aire de tonto para saludarla, pero no fue necesario, ya que ella lo vio y atinó a saludarlo primero. Quien saluda primero es muy importante.
-Mariano?
-Julia?
-Pensé que jamás te iba a volver a ver nene! Como estas? Que haces por acá?
-Bien, estoy bien. Pasaba para tomar algo, me queda cerca de casa este lugar. La pregunta es qué haces vos acá. Pensé que no te acordarías de mí.
-Como no te voy a recordar!? De vez en cuando pienso en vos, digo, nostálgicamente.
-Sí, pensé que las mujeres como vos no se acuerdan de tipos como yo.
-Tu problema es que siempre me trataste como una tonta. Pienso mucho en vos, y en momentos creo que fue un error dejarte.
-Puede ser. Pero antes no pensabas eso. Creías que nunca llegaría a nada, no?
-No, pensaba que no aprovechabas tus dones. Siempre me hablabas de no estar en una académica, cómodo y salvado, que tu rol tiene que ser otro, el compromiso, la gente, el pueblo. Todas esas estupideces de peronistas. Y la libertad que te arrancaría el publicar tus libros. Sos muy brillante a veces, pero no vas a salir adelante con esa idea de libertad.
-Bueno, parece que estas más profunda ahora. Antes no mencionabas todas esas cosas. Que supuestamente son mis defectos.
-No te lo digo de mala onda, es por tu bien. Te estás quedando solo Mariano. Tus discípulos no van a llegar a nada, como vos tampoco vas a llegar si te seguís rebelando contra algo que no existe más. Ya no podes luchar contra el sistema, contra la academia, contra las editoriales. Mariano no hay mas ideologías. No sos Cooke. O estás en el sistema, o estás en la nada, o peor, no estás.
Mariano se sintió asombrado por las palabras de Julia. Ella nunca hablaba así, con tanta pasión. Aunque esa pasión provenía de la bronca que tenía por las ideas de él, esa pasión seguía siendo hermosa. Era una pasión que nunca vio en ella, siempre tan fría, siempre tan indiferente ante todo.
Siguieron hablando, aunque Mariano evito hablar sobre ideas, no tenía ganas de discutir esa noche. Sin embargo, cada gesto de Julia lo atraía más, cada palabra, cada mirada, cada sorbo de esa bebida de nombre tan burgués que a Mariano le daba asco hasta leer. En un momento de silencio aprovechó para pensar un poco, con algo de alcohol, eso sí.
“Me puede volver a atraer una mujer. Es que no parece ser la misma. Esta mujer ha progresado, y me gusta eso, pero no la puedo ver con los mismos ojos de antes, yo también soy otra persona. De todas maneras puedo desear estar con ella solo para pasar esta noche. Sería terrible estar solo en mi casa. Dormir solo hoy, sería la muerte.”
-Mariano estoy tan aburrida acá, no me podes acompañar un rato a mi casa. Podríamos seguir tomando unas copas.
-No Julia, me voy a dormir, adiós.
“Dormir solo sería la muerte. A veces la muerte es mejor que el olvido” pensó Mariano mientras se despedía de Julia, y se retiraba. Ya no torpemente.

martes, 18 de octubre de 2011

El prisionero

Mis  miedos cotidianos son tan extraños
A veces tengo temor de despertar destrozado
Por el peso de mis problemas mortales
Que  trepan a mi cama desde temprano.

Trepan en forma de bestias y comienzan a reír
Se ríen de mí y creen que de esa manera
Me harán desistir de mi sueño de infeliz,
Creen que te sacarán de mi loca cabeza.

Y a veces veo mi ventana abierta
Y rezó, e imploro porque no aparezca
El aroma de los tiempos de violencia
En los que nuestro amor era una guerra.

Lo más terrible es la profunda oscuridad
Que me traen los recuerdos más felices
Que ahora no recuerdo si existieron de verdad
O si inconscientemente con mi mente los hice.

Los habré creado para olvidarme
De que siempre fui un desdichado
Los habré creado para olvidarme
Que siempre aquí estuve encerrado.

jueves, 6 de octubre de 2011

Mariano con Luis.

“Yo creo que ella sintió una oscura satisfacción al verme en su puerta, al escuchar de mis labios (con mi voz tan quebrada) las confesiones. Si, esta con ese tipo, con Luis, puede ser que este feliz con él. Pero a las mujeres, no, no voy a ser  machista, a las personas, mejor dicho, no les alcanza con la felicidad. O al menos no solo con la felicidad de estar con una persona. “Estar”, palabra que parece emanar un significado de permanencia. Esa felicidad quieta y estable no es total. La felicidad tiene que ser como un cristal siempre a punto de romperse. Solo así se siente su verdadero valor. No hay felicidades de plástico, no. Necesitamos arriesgar esa felicidad, esa paz, para perderla. Pero no solo para perderla, también para recuperarla.
Mariano estaba cansado, de estos pensamientos, y también por el viaje. Ahora descansaba en su habitación y no conseguía pensar en otra cosa que no sea en Jeanie. Además tenía hambre, desde que llegó de lo de su hermana no había comido nada. Escucho un poco de música. Durmió.
 Mariano llegó a la casa de Jeanie.
 “¡Jeanie!” gritó Luis. “Tenes visita, Jeanie”.
Luis invito a Mariano a entrar. Mariano aceptó, tímidamente y casi humillado se sentó en un sillón y sintió que era muy cómodo. “Más cómodo que cualquiera de los míos”.
-Debe estar por llegar. La esperamos acá.- Dijo Luis con si estuviera dando una orden.
-Bueno, por mí está bien. Si te molesta me voy y vuelvo otro día, no tengo nada importante que decir.- dijo Mariano.
-No, insisto, quedate que está por llegar.
Luis tenía rasgos bastantes varoniles. Mariano siempre notó eso porque el carecía de esos rasgos. Luis no era un mal tipo, era un contador modesto, sencillo. Una especie de hombre ideal para los mujeres, seguramente. Alto, de espalda ancha, sus rasgos. Mariano se sentía siempre menos hombre cuando estaba cerca de él. Su relación con el nunca fue buena. Luis odiaba las visitas de Mariano. Sentía que tenía mucho más en común con su mujer que el mismo. Y era verdad. Pero aún así Luis nunca busco que esa relación de amistad se rompiera. Era un tipo seguro. Seguro del amor que Jeanie tenía por él. Mariano no era seguro, esa era su diferencia más grande con Luis.
Mariano sudaba. No quería estar ahí. No quería esperar un segundo más.
-Disculpa Luis, pero no tengo más tiempo. Creo que sería mejor volver en otro momento, donde este menos ocupado.
-¿Ocupado? ¿No sos filosofo vos?-pregunto Luis con aire de burla.
“Que pelotudo” pensó Mariano mientras se reía con aire cómplice, simulando que le pareció divertido el comentario.
-Fue un chiste, sabes cuánto respeto a los intelectuales.
-Sí, bueno. Yo no lo soy. Nos vemos.
Cuando Mariano logro salirse de la casa sintió alivió pero a la vez tristeza. Ningún sentimiento apagaba al otro. Estaban superpuestos. Convivían en paz. El alivio de alejarse de la mirada vigilante (aunque podría ser producto de la paranoia) de Luis, pero la tristeza de postergar la charla con Jeanie. Mariano sabía que existen momentos que cambian a las personas. Momentos que tienen que suceder. Tienen que existir, porque de no ser así, uno no está completo. Para que Mariano este completo necesitaba esa conversación con Jeanie, mujer a la que amaba. Aunque esa conversación había existido, pero de manera absurda, de manera tonta. Nunca salen bien las cosas la primera vez.  Ahora no estaba completo, es más, se sentía, vacío.