lunes, 3 de septiembre de 2012

Poema.


Yo no persigo la soberbia
Ilusión del alquimista
Que estudia las intrincadas
técnicas de la hechicería y geología
(Ocultada en los libros sagrados
Que nos han sido negados)
Para transformar y alterar
El pálido metal lunar
-Y así convertirlo-
En lo amarillo del rayo solar.

No persigo el pobre sueño del mortal.
(de todo cuerpo animal)
De querer nunca dejar de respirar.
De querer nunca dejar de mirar.
De querer nunca dejar de pensar.
¿Vale la pena que las puertas
De las percepciones nuestras
Permanezcan eternamente abiertas?

No persigo el cálido beso de Helena,
Que abraza la desdicha y la quema,
Que despierta la pasión pasajera
De  los hombres-llamas-hogueras,
Que ya en grises cenizas enfrentan
El destino infeliz de toda ilusoria pareja.

Yo solo quiero declamar esto
Que a mi alma desborda incesante,
inconstante, creciente, desafiante,
Para que al fin la rima perfecta
(Idea fundida en mis letras)
Pueda a los ojos contarle  
(Del sin-nombre lector que lea esta tarde)
La meta impuesta en estos fríos pasajes:
Mostrar el alma y el arte de cualquier alguien.

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