sábado, 20 de noviembre de 2010

Narración. (1)

Era una fría noche de invierno, el ya no podía dormir, su compañero el insomnio lo velaba desde hace ya varios meses, desde aquel día donde sucedió el hecho que quizás cambio su vida para siempre, regalándole una nueva.
Desde ese día, se siente inmune a todo, con una cierta sensación de inmortalidad, pues ya nada podría hacerlo sufrir más, ya nada ni nadie podría marcar su corazón.
Fue en enero, Antonio Fernández vivía en Belgrano, un lugar que a el lo hacia feliz pues desde su niñez habitaba esas calles, cuando sus padres fallecieron el quedo como dueño definitivo de la casa, tal vez siempre lo había deseado, o tal vez simplemente no era lo suficientemente fuerte como para vivir sin el aroma de los árboles de su barrio y por eso fabrico ese deseo.
Todas las mañanas se levantaba a las seis y treinta, desayunaba su café y alguna medialuna y leía los periódicos, luego se iba a la oficina de correo donde trabajaba, casi resignado pues el odiaba ese trabajo, no se muy bien cuales fueron las condiciones y circunstancias que lo obligaron a trabajar allí, pues el era un hombre sin familia y sin muchas responsabilidades.
Creyó que iba a ser un día  normal como cualquier otro, pero el destino y el futuro son un juego de azar y son totalmente infinitas las posibilidades de que cualquier cosa le pase a cualquier persona  en cualquier momento.
Salio de su casa, comenzó su recorrido hacia la oficina, un par de cuadras caminando, saludando a los vecinos, y envidiando a las personas con sus coches que pasaban por la calle, pues claro el no tenia uno, pero el no tenerlo le servia de excusa para no ir a ningún lado, la verdad era que no salía de su barrio hacia años, nadie supo nunca la razón.
Antes de llegar al lugar de trabajo, se le cruzo una idea en su mente, una idea, que hay quienes dicen,  es el mayor mal de un hombre, la idea del “no ser”.
Esa idea llego a su mente sin fundamento, tal vez solo llego porque esa idea iba a marcar su destino, que desde ese momento el creyó olvidado. Mientras caminaba el pensamiento del “no ser” se agravaba cada vez mas., durante su caminata veía pasar a grandes empresarios, a familias unidas, a parejas enamoradas, y el, simplemente, se sintió vació, comenzó a imaginarse todo lo que no tenia, lo que no poseía, lo que le faltaba, que desde ese momento comenzó a pensar que lo necesitaba (¿en verdad lo necesitaba?¿las personas necesitan lo que no tienen? Las personas quieren lo que no tienen, querer no es una necesidad, sino un deseo, impulsado por otro deseo).Sin notarlo ya había caminado varias calles que no lo llevaban a la oficina, el (sin notarlo) no quería volver allí, no quería volver a ser Fernández, el empleado, el vecino de Belgrano, no quería volver a ser el ser carente de los supuestos “elementos para lograr la felicidad” que cierto día aprendió a ser.
Cuando volvió a tomar consciencia, ya no estaba en su barrio, la calles, las caras, los edificios (tal vez hasta el mismo cielo) ya no eran los mismos, el no reconocía estos elementos y estos elementos no lo reconocían a el.
Tomo el primer colectivo que encontró, subió despacio, nervioso y asustado, hasta el más distraído de los pasajeros se dio cuenta, pago con las pocas monedas que tenia y se sentó en el fondo del colectivo, sin mirar a nadie a la cara. No se detuvo hasta la última parada.
No es necesario decir que llego a un lugar que no conocía, era un puerto, era la ciudad de La Plata.
Forzosamente queriendo olvidar todo su pasado para construir su “futuro mejor” tomo el primer trabajo que un extraño puede conseguir allí, cargando barcos mercantes en un astillero, pero lo tomo con un nombre falso ( los nombres solo te atan a una identidad, el ya no quería esa identidad).

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