miércoles, 14 de diciembre de 2011

Los ojos prestados que pienso en devolver.

Un razonamiento sin razón se desliza por las esquinas del tiempo. La imitación burda y celosa me golpea las hojas y lee, lee cada palabra, y se ríe. Un “no estar aquí ni allá”, invade la habitación, invade la sangre y puede que invada las letras. No ser el otro, no ser yo, no ser lo que se es ni lo que se muestra ni lo que piensan que se es ni lo que se desearía ser, todo eso recorre la humedad de las paredes. Fingir sentirse querido hasta que se demuestre lo contrario. Fingir sentirse amado hasta que se demuestre lo contrario. Esperar. Tiempo: filo en el cuchillo de un dios encaprichado con la muerte y con la vida. Una copia de “Las mil y una noches” desde donde los efrits salen cada noche para intentar llenar un alma que ya no se llena. Una canción que se repite, una canción con una voz conocida, una canción que significa algo que yo ya no puedo escribir. Alguien que abre la puerta, no quiere entrar, pero no la cierra. Solo mira y escucha, pero nunca amor, nunca habar, nunca nada. Nunca encuentro de almas, nunca un beso. Una amiga que escribe algo hermoso que se convertirá en estas palabras. Eso que escribió ella ya es esto y será otra cosa también, en la mente de alguien más. Un poema escrito por un ciego que por ser ciego sabe mirar. Una sinfonía compuesta por un sordo que por ser sordo sabe escuchar. Un ateo rogándole a Dios. Un creyente sin dios en la madrugada. Un “no hay dios, sino Dios, y Cristo es el mensajero de Dios”. Un rosario comprado a una anciana. Una risa que se les debe pagar a algunos amigos. Algo que quiero dar pero no encuentro quien lo quiera ni quien lo pida. Un poema no escrito en verso. Pensamientos aislados que fluyen, fluyen como el río Areco, donde me metí un verano de soles brillantes y vientos cálidos. Nuestros pensamientos fluyendo, tus pensamientos y los míos. No, no hay personajes ficticios y cada personaje soy yo. Fui Homero y Platón. Fui Horacio y fui Leopoldo. Y no, yo nunca fui Mariano. Ahora no soy ninguno, no soy nada y por eso vuelvo a ser yo. Escribir solo para mover los dedos. Escribir sin saber para qué, para quien. Escribir sabiendo que nadie que me interese leerá esto. Escribir por mí, para mí, para no sentirme tan solo. Escribir para no mirar una foto. Lágrimas que caen pero que nadie las entiende. Nadie las entiende. 

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