sábado, 16 de abril de 2011

Tan poco.

Cuando se detiene el ruido de las gotas de lluvia que caen desde el triste techo, golpeando la mesa que sostiene la lámpara que  alumbra (solo un poco) mi rostro, puedo recordar vagamente lo sucedido el mes pasado. Nunca tuve mucha memoria, pero lo que aconteció ese día no podría pasar a la misteriosa bodega de mi inconsciente tan fácilmente, claro que no recuerdo los detalles, pero el hecho es casi inolvidable. Intentare explicarlo.
Habíamos acordado encontrarnos en la plaza mayor, la de los perros que tu tiernamente alimentabas de vez en cuando. Mientras yo fumaba y contemplaba a una madre hamacando a su hija que iba para atrás y para adelante, para atrás y para adelante (acto que ,y me reí cuando lo pensé, podría haber sido una buena simbolización de nuestra relación) escuche tu voz por detrás. Sentí un gran calor en el cuerpo y gire para verte. Estabas mucho más bonita de lo que recordaba, tal vez porque estabas sin mí. Sonreíste y me ofreciste que demos una caminata, obviamente accedí, porque dada las circunstancias en las que me encontraba en ese momento no acceder a una petición tuya para que yo pueda estar mas cómodo seria un movimiento en falso, seria ponerte a prueba. Entonces me levante y comenzamos a caminar sin saber a donde íbamos, aunque realmente no importaba.
No recuerdo la primera parte de nuestra conversación porque seguramente fue muy superficial. Cuando llegamos a la parte de la conversación que realmente a mi me importaba note que tus ojos reflejaban cierto sentimiento de lastima hacia mi. Eso me molesto mucho pero, claro esta, no dije nada. Y era tan triste estar ahí contigo hablando sobre eso. Si nos hubieran visto personas que no nos conocían hubieran pensado que éramos otra pareja feliz, pero no era así, nunca es así.
Cuando te pedí que decidieras tu boca se enmudeció. Comencé a pensar si lo que hice estuvo mal o no. ¿Yo te estaba pidiendo una decisión o te estaba pidiendo una oportunidad? Obviamente te estaba pidiendo una oportunidad, aunque yo no había hecho nada peor que no ser suficiente para ti, pero bueno, el enamorado era yo, el que te necesitaba era yo, el hombre del saco gris que te miraba fijamente era yo, el hombre que te olvidaba era yo, el hombre que te odiaba y te amaba era yo. Yo era mas yo cuando las cosas tenían que ver contigo.
Pero de pronto algo paso por mi mente. Una idea, una epifanía, la revelación de una verdad que siempre estuvo ante mis ojos, pero que yo en mi ceguedad no pude ver. Antes de que contestaras yo ya tenia en claro todo. Tú no merecías que yo te estuviera pidiendo una oportunidad, no merecías la oportunidad de que yo te implore una oportunidad. Yo te amaba y te necesitaba, pero vos vivías en tu mundo, siempre tan taciturna, siempre tan alejada de todo lo que yo te daba que parecía que no te importaba. Yo ya contaba con dos hipótesis.
1: Nunca me viste como alguien a quien amar, me podías querer pero no era lo suficientemente bueno para tu amor.
2: eras tímida e insegura y no te creías lo suficiente para mí.
Yo tenía que elegir. Una de esas dos hipótesis era falsa y la otra verdadera. Pensé y pensé mientras vos me mirabas fijamente. Llegue a la conclusión de que como eras modelo no podías tener la autoestima baja ni ser tímida. Vivías rodeada de halagos y cumplidos. ¡Estaba todo tan claro! No me creías merecedor de tu amor. Luego escuche el disparo y me vi sosteniendo mi arma entre temblores, un gran nerviosismo me había invadido, no podía creer lo que había hecho.
Esto fue relativamente lo que aconteció ese día. Creí que no me amabas y te asesine. Ayer me llegaron las cartas que me enviaron tus padres. Cartas de amor (y de una hermosa lirica poética) que vos me escribías, pero que por timidez nunca me pudiste enviar.
La primera hipótesis era falsa. Y ahora mi tímida amada, ¿Dónde te envió yo esta carta?

No hay comentarios:

Publicar un comentario