jueves, 6 de octubre de 2011

Mariano con Luis.

“Yo creo que ella sintió una oscura satisfacción al verme en su puerta, al escuchar de mis labios (con mi voz tan quebrada) las confesiones. Si, esta con ese tipo, con Luis, puede ser que este feliz con él. Pero a las mujeres, no, no voy a ser  machista, a las personas, mejor dicho, no les alcanza con la felicidad. O al menos no solo con la felicidad de estar con una persona. “Estar”, palabra que parece emanar un significado de permanencia. Esa felicidad quieta y estable no es total. La felicidad tiene que ser como un cristal siempre a punto de romperse. Solo así se siente su verdadero valor. No hay felicidades de plástico, no. Necesitamos arriesgar esa felicidad, esa paz, para perderla. Pero no solo para perderla, también para recuperarla.
Mariano estaba cansado, de estos pensamientos, y también por el viaje. Ahora descansaba en su habitación y no conseguía pensar en otra cosa que no sea en Jeanie. Además tenía hambre, desde que llegó de lo de su hermana no había comido nada. Escucho un poco de música. Durmió.
 Mariano llegó a la casa de Jeanie.
 “¡Jeanie!” gritó Luis. “Tenes visita, Jeanie”.
Luis invito a Mariano a entrar. Mariano aceptó, tímidamente y casi humillado se sentó en un sillón y sintió que era muy cómodo. “Más cómodo que cualquiera de los míos”.
-Debe estar por llegar. La esperamos acá.- Dijo Luis con si estuviera dando una orden.
-Bueno, por mí está bien. Si te molesta me voy y vuelvo otro día, no tengo nada importante que decir.- dijo Mariano.
-No, insisto, quedate que está por llegar.
Luis tenía rasgos bastantes varoniles. Mariano siempre notó eso porque el carecía de esos rasgos. Luis no era un mal tipo, era un contador modesto, sencillo. Una especie de hombre ideal para los mujeres, seguramente. Alto, de espalda ancha, sus rasgos. Mariano se sentía siempre menos hombre cuando estaba cerca de él. Su relación con el nunca fue buena. Luis odiaba las visitas de Mariano. Sentía que tenía mucho más en común con su mujer que el mismo. Y era verdad. Pero aún así Luis nunca busco que esa relación de amistad se rompiera. Era un tipo seguro. Seguro del amor que Jeanie tenía por él. Mariano no era seguro, esa era su diferencia más grande con Luis.
Mariano sudaba. No quería estar ahí. No quería esperar un segundo más.
-Disculpa Luis, pero no tengo más tiempo. Creo que sería mejor volver en otro momento, donde este menos ocupado.
-¿Ocupado? ¿No sos filosofo vos?-pregunto Luis con aire de burla.
“Que pelotudo” pensó Mariano mientras se reía con aire cómplice, simulando que le pareció divertido el comentario.
-Fue un chiste, sabes cuánto respeto a los intelectuales.
-Sí, bueno. Yo no lo soy. Nos vemos.
Cuando Mariano logro salirse de la casa sintió alivió pero a la vez tristeza. Ningún sentimiento apagaba al otro. Estaban superpuestos. Convivían en paz. El alivio de alejarse de la mirada vigilante (aunque podría ser producto de la paranoia) de Luis, pero la tristeza de postergar la charla con Jeanie. Mariano sabía que existen momentos que cambian a las personas. Momentos que tienen que suceder. Tienen que existir, porque de no ser así, uno no está completo. Para que Mariano este completo necesitaba esa conversación con Jeanie, mujer a la que amaba. Aunque esa conversación había existido, pero de manera absurda, de manera tonta. Nunca salen bien las cosas la primera vez.  Ahora no estaba completo, es más, se sentía, vacío.

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