miércoles, 19 de octubre de 2011

Mariano y Julia.

Mariano siempre pensó que la perfección y el azar tienen la misma cara. Eso si es que el azar existe. A veces no se puede estar tan seguro de eso.
Cuando llegó al bar en el que solía presentarse habitualmente encontró que, entre las caras de siempre, había una cara nueva. Nueva en ese lugar, no nueva para Mariano. No le fue difícil reconocer el rostro pero le fue casi imposible, por unos segundos, relacionar ese rostro con su vida pasada. Claro que su vida pasada era la vida antes de conocer Jeanie.
Finalmente pudo sentir la incomodidad que uno siente cuando se encuentra con alguien importante de su pasado. Esa incomodidad que parece un viaje en el tiempo. Pero que no lo es.
El rostro pertenecía a Julia, su ex novia. Hacía muchos años que no la veía. Ella estaba igual de hermosa que siempre, como la recordaba, fina y soberbia. No la culpaba, esas mujeres nacían para ser soberbias. Era una mujer que lo había dejado. Hay mujeres que te dejan, que no pueden ser dejadas, Julia era una de ellas. Mariano era un hombre para ser dejado, ya que solía moverse en círculos donde no pertenecía, encontrarse y entablar relaciones con mujeres que después de algún tiempo, notaban que él no valía nada. Al menos no para ellas. La complejidad (o la estupidez) de él, asustaba a las mujeres más finas y más deseadas. Se aterrorizaban cuando lo veían escribir obsesivamente a altas horas de la madrugada, o hablar con gran pasión de mitología griega o de política, o sentarse en la calle para fumar y mirar el cielo, y quedarse allí mucho tiempo, pensativo, serio, preocupado, triste. Ellas acostumbraban a otra cosa: a la discriminación. Mariano no discriminaba, y ellas se enfurecían por eso.
Sin embargo, sintió la necesidad de saludarla. El estaba triste y que ella al menos se acuerde de su nombre sería un consuelo. Significaría que no todo estaba perdido, que el olvido no atrapa a todas las personas, que uno puede vivir eternamente en la mente de alguien que no amo. Camino, con torpeza, se choco una silla y tiro una botella de cerveza al suelo, Julia no lo vio, por suerte, porque se fijaba mucho en los movimientos de las personas. Mariano tomo aire de tonto para saludarla, pero no fue necesario, ya que ella lo vio y atinó a saludarlo primero. Quien saluda primero es muy importante.
-Mariano?
-Julia?
-Pensé que jamás te iba a volver a ver nene! Como estas? Que haces por acá?
-Bien, estoy bien. Pasaba para tomar algo, me queda cerca de casa este lugar. La pregunta es qué haces vos acá. Pensé que no te acordarías de mí.
-Como no te voy a recordar!? De vez en cuando pienso en vos, digo, nostálgicamente.
-Sí, pensé que las mujeres como vos no se acuerdan de tipos como yo.
-Tu problema es que siempre me trataste como una tonta. Pienso mucho en vos, y en momentos creo que fue un error dejarte.
-Puede ser. Pero antes no pensabas eso. Creías que nunca llegaría a nada, no?
-No, pensaba que no aprovechabas tus dones. Siempre me hablabas de no estar en una académica, cómodo y salvado, que tu rol tiene que ser otro, el compromiso, la gente, el pueblo. Todas esas estupideces de peronistas. Y la libertad que te arrancaría el publicar tus libros. Sos muy brillante a veces, pero no vas a salir adelante con esa idea de libertad.
-Bueno, parece que estas más profunda ahora. Antes no mencionabas todas esas cosas. Que supuestamente son mis defectos.
-No te lo digo de mala onda, es por tu bien. Te estás quedando solo Mariano. Tus discípulos no van a llegar a nada, como vos tampoco vas a llegar si te seguís rebelando contra algo que no existe más. Ya no podes luchar contra el sistema, contra la academia, contra las editoriales. Mariano no hay mas ideologías. No sos Cooke. O estás en el sistema, o estás en la nada, o peor, no estás.
Mariano se sintió asombrado por las palabras de Julia. Ella nunca hablaba así, con tanta pasión. Aunque esa pasión provenía de la bronca que tenía por las ideas de él, esa pasión seguía siendo hermosa. Era una pasión que nunca vio en ella, siempre tan fría, siempre tan indiferente ante todo.
Siguieron hablando, aunque Mariano evito hablar sobre ideas, no tenía ganas de discutir esa noche. Sin embargo, cada gesto de Julia lo atraía más, cada palabra, cada mirada, cada sorbo de esa bebida de nombre tan burgués que a Mariano le daba asco hasta leer. En un momento de silencio aprovechó para pensar un poco, con algo de alcohol, eso sí.
“Me puede volver a atraer una mujer. Es que no parece ser la misma. Esta mujer ha progresado, y me gusta eso, pero no la puedo ver con los mismos ojos de antes, yo también soy otra persona. De todas maneras puedo desear estar con ella solo para pasar esta noche. Sería terrible estar solo en mi casa. Dormir solo hoy, sería la muerte.”
-Mariano estoy tan aburrida acá, no me podes acompañar un rato a mi casa. Podríamos seguir tomando unas copas.
-No Julia, me voy a dormir, adiós.
“Dormir solo sería la muerte. A veces la muerte es mejor que el olvido” pensó Mariano mientras se despedía de Julia, y se retiraba. Ya no torpemente.

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