"Todo el mundo corría hoy. Nunca entendí porque las personas (“¿las personas?”, hablo como si yo no fuera una persona) al sentir la lluvia en sus cabezas o al ver las gotas en la calle se desesperan y comienzan a buscar refugio. Yo no hago eso, no. Cuando comienzo a ver las nubes de la tormenta se me llena el corazón de esperanza. De esa esperanza de quien espera la lluvia, y de quien sabe que está a punto de caer y que la va a sentir en todo su cuerpo. Y entonces sucede lo esperado y la lluvia cae. Y es hermoso porque es inevitable, porque la lluvia cae, y los que la odian y corren no la pueden detener, y los que la aman y la disfrutan, como yo, tampoco la podemos detener. Comienza y se detiene cuando se le da la gana. Como el amor, o como la vida. ¡Qué hermosas las cosas inevitables! Las que no decidimos y no queda nada más que asimilarlas y aceptarlas. Con buena o mala cara, eso sí depende de uno. A veces lo único importante es la cara que ponemos ante lo que nos sucede y no tanto lo que nos sucede en sí. Hasta hay cosas que nos suceden solo para ver cuál es nuestra cara. Con “cara” me estoy refiriendo no al sentido literal, sino a las actitudes y reacciones que tenemos en contraposición a lo que nos acontece. Es como una prueba. No voy a hablar de nada religioso, o metafísico, o que se yo. Es la vida misma eso. Acción-reacción. Acción (casualidad, azar, alguien calculando los números hasta los más mínimos ceros y unos) y reacción (nosotros, solos, eligiendo, soportando, disfrutando, sufriendo, destruyendo, construyendo) eso es la vida."
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