lunes, 30 de mayo de 2011

Ojos Grises.

Esteban salió a caminar. Siempre lo hace luego de estudiar, cuando vuelve sigue estudiando. Para el la mejor hora de estudiar es en la madrugada, antes de dormir. Sueña con lo estudiado, luego despierta y ¡PUM! : Se-lo-sa-be. Como si lo hubiera vivido. ¿Que mejor manera de estudiar que esa? Hasta ahora no le había fallado nunca, sus notas eran muy buenas, aunque eso a el no le importaba.
Sin afeitar y con ropa algo andrajosa sale a la calle. Bohemio. Así lo definían.  A el no le gustaba la definición, “ser bohemio en estos tiempos es snob”. Pero realmente la pulcritud y toda esa relación con la estética le parecía banal. “Hay que vestirse de carácter y personalidad,  no de ropas, y el que se arregla mucho… ¡carece de ser, che!” Les decía a sus amigos cuando lo definían bohemio.
Tomo la calle menos transitada de las que habitualmente recorría. La gente siempre con sus apuros (¿para llegar a donde?) lo incomodaba. Todos los días caminan apurados como si fueran conscientes del tiempo y de la muerte, pero la mayoría desperdicia su vida y vive muy lento. Caminan rápido y viven lento. ESO lo incomodaba.
Sin embargo se veían algunas caras en esa calle. Unos niños corriendo, con el aroma a infancia, a inocencia, sin la contaminación del mundo de los adultos. Escuelita-futbol-merienda-sueño-infancia. Esteban sonreía al verlos jugar.
Unos ancianos lo saludaron al pasar. ¡Cuanta sabiduría hay en los ancianos!. Sabiduría de la vida, vida que ya pasa sin verlos, sin saludarlos.
 Luego una mujer en la misma vereda en la que caminaba el. Mujer bella. ¿Ojos verdes? (de lejos). No, ojos grises (de cerca). Ojos grises de tanto llorar, tal vez de tanto leer, o de llorar y leer. El que lee demasiado es más propenso a llorar, lleva unos libros. Si ojos grises por leer y llorar.
Un “adiós”  tímidamente salió de la boca de estaban, “adiós” dirigido a la mujer bella. De pronto a la mujer se le caen los libros y el la ayuda a recogerlos. “¡Dios, que hermosos ojos!” pensó Esteban. La mujer dio las gracias por la ayuda pero no se fue. Esteban, perplejo dijo:
-¿Necesita que la acompañen a algún lugar en especial, señorita?
-Por favor, la calle esta oscura y debo ir a la plaza. Usted sería tan amable…
-No diga mas, caminemos.
Caminaron hasta llegar a la plaza, la noche de verano ya se encontraba con ellos. Ella lo invito a sentarse en un banco de la plaza. “Porque la compañía es siempre agradable” según ella.
Esteban accedió, con el asombro que tiene cualquier hombre cuando una mujer (de ojos grises) invita a un desconocido a sentarse en una plaza oscura.
Comenzaron a hablar, era lo esperado aunque el silencio en la oscuridad es siempre lo mejor. Esteban le conto sobre sus estudios de literatura. Sobre el cuento en el que el (des)escribía a un escritor de poco talento (alter ego, tal vez). Sobre su examen de mañana. Sobre Joyce, sobre Dante, sobre Jesús, sobre Borges, sobre Cortázar. Al cabo de unos minutos Esteban cayó en la (¿dura?) realidad de que conocía más la vida de algunos escritores muertos que su propia vida.
La mujer bella hasta ese momento solo había dicho su nombre. “Lucía”. Eso era todo lo que Esteban sabía de ella. Eso lo desesperaba. “Lucía” de origen latín. Lucía: Luz, nacimiento.
Esteban se cansaba de hablar como si fuera un monólogo entonces incito a Lucía  a que contara un poco de su vida, de quien era-que era. Ella solo respondía.
-¿Para que quieres saber eso? Es más fácil que no sepas nada de mí. Sentarte hablar con una desconocida y nada mas. Si me conocieras todo sería más difícil.
-¿Por qué? Has llorado mucho, puedo verlo. Se ve en tu alma.
-¿Alma? ¿Crees en eso? Son tonterías, uno es lo que es, su pasado y sus posibilidades, no existe el alma.
-Yo creo que sí… Bueno ahora que lo decís no estoy tan seguro.
-La fe y sus derivados son un invento. Lo que nosotros producimos es lo real. Somos hacedores Esteban. No le debemos nada a nadie. No le debemos nada a Dios. Solo somos TU y YO.
-Yo creía que si. Pero ahora que lo mencionas tus razonamientos tienen mucho sentido.
-Así es.
Esteban no notaba realmente a quien tenía a su lado y tampoco notaba lo que en ese momento estaba haciendo.
Mientras Lucía lo miraba a los ojos el sentía que ella tenía toda la razón. ¡Como lo habían engañado todo este tiempo! La religión no había sido más que un invento. Un virus implantado en la sociedad para inculcar miedo, consumo. Gracias a ella el ahora lo notaba. Gracias a ella el se-da-ba-cu-en-ta.
Lucía hablaba sobre muchas cosas. La chica tímida parecía haber desaparecido y estaban dialogando con una naturaleza hermosa. Parecía que se conocían desde otra vida. Estaban hechos el uno para el otro. Esteban le dijo a Lucía.
-Oh, mujer bella de ojos grises. Nosotros somos almas gemelas.
-Esteban , ¡las almas no existen!
-Tienes razón, querida.
Cuando llego la madrugada Esteban recordó el examen. Tenía que estudiar así soñaba (y vivía) lo estudiado para poder aprobar al día siguiente. Pero ya no le importaba. Lucía le ofreció que fueran a su casa. El (ya sin asombro, pues la amaba) accedió. El examen se puede desaprobar. Así se fueron los dos en la oscuridad.
Esteban no lo había notado aún. Trato-hecho. El trato ya estaba hecho, esa noche lo pacto con un gran disfrute. Su alma ya estaba vendida. Ya la poseía  Luci(a)fer.
Ahora se lo ve a esteban vistiendo ropa elegante afeitado, y si, aprobó esa prueba.
Pero ya no sonríe cuando pasa por la calle de los niños y los ancianos. Ya no sonríe nunca.
El diablo toma formas a veces muy diversas e inimaginadas. Como la de una mujer bella de ojos grises de tanto llorar-leer. O, tal vez, ojos grises por carecer de alma.

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