miércoles, 16 de noviembre de 2011

El fantasma Beatriz.

Se comentaban en el barrio Esmeralda, donde Mariano paso su infancia y juventud, unas frecuentes y diversas apariciones sobrenaturales. Cada calle poseía su fantasma. Las calles más oscuras poseían fantasmas blancos, las calles de mucha luz poseían fantasmas verdes, y la calle General Perón poseía a un ferviente fantasma montonero. Esto son solo algunos espectros de los muchos que andaban por allí. El número era incierto, a decir verdad, se hablaba de cifras de entre diez a cincuenta fantasmas. Algunos extremistas afirmaban que los fantasmas no eran en verdad fantasmas, en cambio, eran las verdaderas personas vivas y los vecinos, los muertos.  
Los fantasmas solo se cruzaban una vez al año, se elegía una esquina del barrio y juzgaban los mejores sustos para elegir a un ganador. Yo supongo que habría alguna clase de premio para el que había producido el mejor susto. Llantos, gritos, insultos, orina. Ese estilo de cosas.
No había en el barrio vecinos, valientes o cobardes, que quisieran cruzarse con algún fantasma. Sin embargo, existía un solo fantasma que era buscado: Beatriz.
El fantasma Beatriz fue en vida una mujer que se suicido al no poder volver a ver a su marido, que había fallecido en la guerra. Carecía de forma humana propia, pero al encontrarse frente a  un hombre o una mujer, podía tomar la figura del ser amado de esta persona. Imaginemos el deseo que siente cualquier persona de volver a ver a su amado o amada. Pero existía un problema: Beatriz nunca caminaba por la misma calle, ella era el único espectro libre.
Era normal ver en la madrugada desdichados de amores no correspondidos caminando por las calles, buscando al fantasma que le pueda satisfacer el deseo de ver a su ser amado, aunque sea falsamente y por pocos minutos.
Como todo joven de ese barrio, Mariano sufría por amor, y las noches en que recordaba a su amada (todas, durante muchos meses) caminaba por las calles buscando. Solo tres personas fueron capaces de encontrar a Beatriz y el, como tantos otros, tenía la esperanza de ser el cuarto.
Como todo triunfo es fruto de la insistencia, Mariano logro al fin encontrarse con Beatriz. Estaba vestida de blanco, y tenía la forma de ella, de la mujer que el amaba. Mariano al verla corrió, y la alcanzó algo agitado. Si, Beatriz era parecida a ella, igual a ella, pero no era ella.
Cualquier enamorado es inmune a lo falso, a la imitación. Todos los enamorados conocen el verdadero valor de lo real, lo único. Mariano miro a sus ojos y no vio los ojos de la mujer que lo había abandonado hacía algunos meses. Mariano vio los ojos de Beatriz y no vio nada. Se marchó a su casa.
Nunca más volvió a buscar a su amada en otro lugar que no sea en su propio recuerdo.

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