jueves, 24 de noviembre de 2011

Ema. Hay que saber soportar.

Se puede percibir en las fotografías viejas cierto tinte sepia, un color que inmediatamente se asocia con la tristeza y la melancolía, aún más si la fotografía vista retrata el rostro de un ser que alguna vez hemos querido y del cual ahora no poseemos conocimiento alguno, solo el de que mora indiferente como tantas otras personas en el mundo, pero que aún así, no es solo otra persona. Y ahora estoy observando una de esas fotografías que nos tomamos hace tantos años que ya no recuerdo si estoy viendo en la fotografía a la persona que hoy veo frente al espejo. ¿Seremos ahora aquellos que fuimos antes? Según Heráclito, no, que casi sin piedad me dispara esta cita:Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña”. Su cita es para mí, en este momento, realmente dolorosa.  Neruda, tu poeta, ya lo dijo en un poema también: “Nosotros los de antes ya no somos los mismos”. Ahora sé Ema, querida, bella Ema, que jamás volveremos a ser los mismos, aunque recorramos todos los caminos que recorrimos, aunque nos besemos en todos los lugares donde nos besamos, aunque hiciéramos una especie de Bloomsday, jamás serás la Ema que se encuentra en mi recuerdo. Los lugares y las acciones no nos devolverían nada. Ema, nadie nos va a devolver nada. De todas maneras me rehúso a buscarte en otra mujer. Ninguna tendrá esos ojos que eran capaces de detener a la horda de dudas y miedos que asechaban mi espíritu. Una mirada, una palabra, un beso tuyo (boca, labios, papel de fumar) y todas las inseguridades existenciales caían ante la seguridad de tu cuerpo sobre el mío. Tu cuerpo, igual a: todas las preguntas contestadas. Entiende el amor Ema, lo entiendes. Yo no. Dos opciones:
A)     A)Amor como dador ontológico del ser. B) amor como olvido total del ser.
¿Me olvidaba de mi yo cuando estaba contigo Ema, o tú eras la que me otorgabas mi yo? Ahora eso no debe importarte. A mí en verdad no me importa. Solo sé que se escucha un tango.

Mis penas dadas aquel ayer
No deberían ser mías sino de el
Que duerme en la cama de una mujer
Que no le otorgará ningún placer.

Ah, música para los que duermen en camas vacías: hermosa compañía. No sé porque escribo una carta para ti que nunca leerás. Tal vez tengo la esperanza de que algún día vuelvas aquí entonces la veas me mires y sonrías. Mejillas rojas. Besó húmedo. Mate y bizcochos conmigo. Te extraño a ti. No extraño a todas las mujeres con las que estuve. Te extraño a ti. No hay compa-ración.  No hay razón en sufrir, tampoco en amar. Tampoco hay razón en nacer o en morir. Las verdaderas reliquias de esta vida Ema, son esas, las que carecen de razón. La que ningún hombre podría encerrar en un concepto. Las que solo se pueden apenas-describir-apenas (ah! Penas!) Con el arte. Donde no hay razón, hay arte. Donde hay vida, hay arte. Donde hay amor, hay arte. Donde hay sufrimiento hay arte. Donde hay muerte, hay arte. Hermosa herramienta, dada como un machete para atravesar la selva. Hay que saber esperar y soportar Ema. Duermo con el tango.

Que duerma con el que yo silbo
Este hermoso y triste tanguito
Mujer que no logra quedarse
En la cama con un solo amante.

No hay comentarios:

Publicar un comentario